30 oct 2011

Mentirosos y sus mentiras

Llevados por la inseguridad y desconfianza de ser aceptados tal como somos, podemos caer en la tentación de adornar aquí y allá nuestras historias y nuestras habilidades, de manera que causemos una impresión favorable en las demás personas. Un alumno de bachiller puede decir que saca más sobresalientes que suficientes ante una clase cuya nota no baja del nueve. Este afán por impresionar esta basado en necesidad de resultar valiosos y geniales por medios tramposos ya que por los naturales de la simpatía y ser espontáneos dudamos el poder conseguirlos.


Mentir es decir lo contrario de lo que sentimos o pensamos. Decimos algo de lo que estamos seguros, o por lo menos sospechamos que es falso, con la intención de ser creídos. Una mentira muy especial es la que hacemos por medio del fingimiento o la simulación. En todas las culturas la mentira se ha considerado un acto inmoral. Desde el militar que miente por razones estratégicas, (a estas Platón las llamaba “mentira noble”), hasta el político que ha hecho de la mentira su verdadera forma de ejercer la política.


Cuanto más se cae en la tentación de mentir más difícil es controlar la abundantes versiones dadas y más imposible resulta comentar, repetir o seguir con coherencia lo contado, de forma que los detalles no concuerdan y de pronto aquel chico con el que estuviste saliendo en verano, resulto ser el novio de tu prima ese mismo verano; en la misma semana en la que fuimos a París estuvimos aprendiendo ingles en Londres, conocemos a personas que en verdad no sabemos ni que existían, etc.


 El problema del mentiroso es que para mentir tanto y que no se note ha de hacer lo mismo que un actor que representa un personaje y quiere resultar creíble: esforzarse tanto, como si uno fuera esa persona inventada, que realmente uno se confunda y olvide de quien es realmente. Está obligado de por vida a conservarse en la mentira y sobre la marcha ir ideando nuevas mentiras que apoyen a la mentira primera.
El remedio del mentiroso es reemplazar la mentira por la búsqueda de la perfección. Dedicarse con firmeza a mejorar sus méritos verdaderos (profesionales, de cultura, relaciones interesantes, etc.) con suficiente persistencia (porque si ha caído en la mentira es por impaciencia) y seguridad (garantizando con pruebas evidentes las suposiciones). Jugar limpio, ser naturales, es el mejor camino para ser aceptados por los demás. Lo primero es que nos acepten aun siendo humildes y mediocres. Una vez conseguida se puede intentar el asalto al mérito, que ya no será un mérito agresivo (de esos que aunque la persona valga mucho nos da igual porque nos cae mal) sino un afán de darnos más, de buscar una mayor cualidad, de jugar más fuerte.


Pero que la mentira desaparezca, que cada persona se centre en lo anteriormente citado, que luche por ser uno mismo y no por simular ser otro es una utopía tan grande como el que desaparezca la pobreza, la injusticia o la guerra. Así que debemos acostumbrarnos a vivir con ella. 

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